
Este análisis está dedicado a mi amiga que vive preocupada por el aumento del euribor y esperanzada con que todo se solucione a la mayor brevedad.
No hay día que no llegue una noticia que supere a la anterior respecto de los efectos de la crisis y sus consecuencias, las cuales abarcan a todo ser caminante por esta geografía.
Es que nos habíamos acostumbrado a vivir de un modo exageradamente bueno, casi abusivamente bueno y ahora a prepararse para capear el temporal.
En este juego de quien era más distraído, compartimos la mesa fiestera con especuladores, de hecho y de derecho, con recalificadores de cuanto fuera pisable, con herederos que vieron la posibilidad de engrandecerse, con vendedores de coches fantásticos y obviamente de “pescados” que presurosos acudían con la boca bien abierta, no fuera cosa que el anzuelo más oxidado y puntiagudo se lo clavara el otro.
Así subió el precio del suelo y obviamente el de los pisos, para alegría de todos los que habían realizado la mejor inversión de la vida, la que nunca habían soñado los mayores, lo tendrían los hijos del baby-boom, año más, año menos, sólo por haber sido tocados por la varita mágica, ¡¡¡¡ que guay !!!!.
Se había descubierto la mejor oferta de rentabilidad: “los ladrillos”, que subían el triple que el IPC y otro tanto que los propios sueldos y esa diferencia nadie lo debería pagar, hasta hace un año, obviamente.
Se vacunaron contra el tétanos (por los anzuelos oxidados) o sea, contrataron seguros contra casi cualquier cosa, incluso contra parones en la construcción o para alguna dificultad esporádica, obviamente incrementado el valor de la cuota del piso, como no podía ser de otra manera.
Los más listos jugaron con los fondos de inversión, diversificando el riesgo, ya que nunca pasa nada en un mundo estable y globalizado y obviamente, por si cuela, algunos euros en bonos de la deuda de la República Independiente de Cuchufleta, ya que si bien ahí la expectativa de vida es menor de 30 años, con lo que rendirían las inversiones del plan de pensiones nos aseguraría una vejez digna, “faltaría más”.
Otros creyeron que era muy difícil leer los suplementos económicos y los dejaron para juntar los vidrios rotos de alguna copa, que hubiera llegado al suelo antes de poderla retener y otros pensaron que Internet servía para escuchar música gratis y hacer amigos en la red, pero nunca para ver que pasaba en el mundo.
Con este cuadro de situación, el incremento de la burbuja quedaba servido en bandeja y ¿ahora que?
Ahora el darse cuenta, ahora el asumir que se ha puesto la taza del vater a un metro de altura (por utilizar una definición alambicada, pero sumamente delicada) ahora a entender que no se debe jugar con fuego, que no se puede hacer cualquier cosa, ahora a entender que el camino al infierno está bordeado por rosas y tulipanes.
Pero aún hay más, la unificación de deudas actúa algunas veces como una solución poco efectiva y el alargamiento de los plazos de pago es una trampa cazabobos, ya que al mantener el capital fijo y aumentar el plazo, indudablemente el coste de salir de una situación asfixiante será muy caro, aunque pueda parecer que pagar algunos cientos de euros menos al mes es todo lo que necesitamos.
¿Cuando se verá el resultado? sencillo, cuando se quiera vender para hacer efectivo o para comprar otra cosa, ya que en ese momento se deberá cancelar la hipoteca y con lo quede quizás alcance para ir a tomar con café, en la barra por supuesto, ya que en la mesa siempre cuesta un poco más.
¿Entonces cual es la solución?
Esa pregunta no es sencilla de responder, al menos desde el análisis social de la situación, pero previamente creo oportuno formularse otra pregunta y es ¿se está a tiempo?
Posiblemente si, haciendo una terrible reestructuración del presupuesto, que incluya convertir casi todo en suntuario y prescindible, para lo cual más allá de buscar un director financiero habría que buscar un psicólogo, que nos ayudara a encarar la nueva vida sin traumas, que nos quitara cualquier sentimiento de culpa y que nos hiciera ver, como se vive en circunstancias como las actuales, obviamente, sin enloquecer.
Hay una denominación que lo contempla y ejemplifica de modo elocuente, aunque es poco agradable y bastante cruel, eso se denomina “economía de guerra” cuya manifestación sería: “de lo imprescindible, poco, del resto, nada”.
Si todo lo que se dice fuera cierto (mucho creo que si) lo peor de la crisis está por llegar y eso sucederá cuando se terminen las obras iniciadas entre el 2º semestre de 2006 y principios de 2007, en ese momento, hacia fines de 2009 la cosa se va a poner realmente complicada y obviamente no será únicamente para los que son considerados como vinculados directa o indirectamente al mercado de la construcción, ya que si fuera así, estaríamos en la isla de la fantasía.
Abarcará a cuanto ser vivo boye por ahí, y por aquí, y si esto se dá, el valor de los pisos y el consumo seguirán bajando, la morosidad y el paro subiendo, por sólo citar algunos ejemplos, de este efecto serrucho de situaciones.
Existen otros inconvenientes que nos regala el mundo globalizado, como por ejemplo el aumento del precio del crudo (según algunos, quizás a $ 200 el barril hacia fin de año) y el de los alimentos, sin contar que algún banco se caiga (en cualquier lugar del mundo) y se decida estatizarlo o nacionalizarlo para evitar males mayores.
El cuadro de situación es complejo, de cada título hay mucha información para entender el fenómeno, pero las preguntas más elementales son: cuanto durará, cual será el coste social y que se puede hacer.
A mayor intensidad de frenazo, menor tiempo de espera para la recuperación (o sea, si explota de verdad, luego se podrá recomenzar con la construcción de alrededor de la cuarta parte de viviendas que en el pasado glorioso, en poco tiempo), el coste inicial será muy elevado, pero los que resistan si tienen oxigeno en los tanques, no deberán morir necesariamente ahogados.
Si es lento, gradual, de a poco, entonces durará más, algo así como un efecto de goteo y la solución tardará en llegar, en este caso habrá que ver quienes aguantan.
¿Cual de los caminos es preferible?
Esta pregunta no se si al día de hoy tiene una respuesta consolidada, tampoco creo que hay mucho acuerdo, ya que son tantos los que dicen una cosa como la otra, obviamente los opinólogos son los mismos que no predijeron lo que iba a suceder y si se enteraron es lamentable no haber estado en el selecto grupo de informados.
La otra pregunta es ¿que se puede hacer?
Las respuestas magistrales son todas maravillosas, aumentar las exportaciones, bajar el sueldo y los bonus de los directivos, potenciar el aprovechamiento de nuevas fuentes de energía, etc., que el estado compre los paquetes de hipotecas con bonos y que esos puedan venderse para dar liquidez al circuito, etc., todas cosas cuyos efectos se pueden ver con el tiempo, pero para el “mientras tanto” parece que únicamente se podría potenciar la obra pública, por el famoso efecto movilizador y dinamizador del sector.
Es esa ¿la decisión de las autoridades? ¿Se puede y debe re-direccionar el gasto y la inversión? ¿Es lógico en un sistema capitalista efectuar operativos de salvataje a empresas privadas?
Las definiciones del porque se llega a esta situación están suficientemente analizadas desde todos los rincones, las consecuencias también, la decisión del BCE de mantener el euribor alto parece más que obvia y extendida en el tiempo, ahora no estaría de más empezar a escuchar propuestas y proyectos realistas para afrontar la crisis, ya que la construcción casi indiscriminada de VPO quizás no sea suficiente, ya que alguien deberá poder comprarlas y los préstamos hipotecarios no están del todo a la orden del día.
Es preciso darse cuenta que esto no debe volver a repetirse, que es mejor diversificar y no potenciar el acceso al estado de bienestar por un solo camino o al menos por uno tan preponderante respecto del resto.
Es preciso darse cuenta que cada cosa tiene que estar en su lugar.
Es preciso darse cuenta que los problemas vienen envueltos en papel de regalo para hacerlos atractivos,
Es preciso darse cuenta que somos carne de cañón para experimentos de terceros que lucran con nuestros sueños y esto no es ser conservador o progresista, es tener o no tener, sentido común.
Así las cosas, esperemos recibir noticias tranquilizadoras en el futuro inmediato, ya que de no ser así, la mejor inversión será en neuropsiquiátricos privados, eso si, construidos con subsidios estatales en terrenos recalificados.
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